La segunda etapa de capacitación electoral (del 09 de Mayo al 30 de Junio) es mucho más rigurosa que la primera. En esta parte del proceso se instruye al ciudadano sorteado para ser funcionario de casilla sobre cada detalle de la Jornada Electoral y se realizan simulacros de la misma, por lo que la puerta, la cocina o la sala de un ciudadano no es el mejor lugar para transmitir tanta información. Lo más conveniente es un espacio dedicado expresamente a enseñar, con pizarrón y sillas cómodas, es decir: un salón de clases. Por ello el IFE mantiene un acuerdo de colaboración con la SEP para que ésta facilite el uso de sus instalaciones como Centros de Capacitación Electoral.

 Poco antes de iniciar la primera etapa de capacitación, me presenté con la Directora de la secundaria pública que mi Zona tenía asignada como centro, con la intención de conocerle y afinar los detalles de nuestra colaboración. Al llegar, su Secretaria me informó que la Directora había ido a visitar a un grupo, pero que no tardaría en regresar, por lo que me pidió esperar en su oficina.

No sé si estar dentro del despacho de la directiva llevó a mi subconsciente a un estado de regresión a la adolescencia, o si despertó recuerdos non gratos, pero el lugar me resultó un tanto escalofriante. Se trataba de una habitación pequeña, las paredes eran más bien altas que anchas, y estaban cubiertas por largas tablas de madera, que mediante sus múltiples manchas suplicaban limpieza y nuevo barniz. Por todas partes había colgados cuadros de todos tamaños, desde ellos te miraban fijamente alumnos de infinitas generaciones atrás; muy probablemente algunos de ellos ya estuviesen muertos o fueran viejos. Junto a los muchachos, siempre al centro, había una mujer. Se podía ver el paso del tiempo al comparar su rostro entre una y otra foto, no cabía duda, se trataba de la directora.

Como si las paredes fuesen insuficientes, sobre el escritorio de gruesa madera había esparcidos, protegidos por un cristal, fotografías y unos pocos recortes de periódico. A diferencia de las imágenes que tapizaban los muros, estas fotos eran más personales, sólo la maestra y unos pocos alumnos, tal vez los favoritos, otras mostraban a la profesora con sus familiares y/o amigos. Uno de los recortes tenía por encabezado: “Entregan reconocimientos por 40 años de servicio a la educación”. Al lado derecho, junto al monitor de la computadora, en una pizarra de caucho colgaba un calendario editado por la SEP en el que había diversas marcas a plumón, media decena de post-it escritos con una caligrafía difícil de ver en estos días, y pegadas con tachuelas, un par de tarjetas felicitando a la directora por su cumpleaños.

La profesora era de pequeña estatura y pasos lentos pero firmes. Después de saludarme, se acercó a una pequeña mesa sobre la que descansaban una guía telefónica, un par de libros y una moderna cafetera. Se preparó una taza con café y sin consultarme me sirvió el líquido caliente en un vaso desechable. Se disculpó por el unicell y procedió a dejar en claroy de forma unilateral los términos de la relación: “Nada de personas ajenas a la capacitación, sólo el ciudadano y ya, sin hijos ni mascotas”, “Cada vez que ustedes o los ciudadanos entren al plantel deben identificarse”, “tampoco quiero que ustedes metan amigos o, peor aún, a su pareja”, “Está estrictamente prohibido fumar dentro de las instalaciones, ni siquiera en el patio”, “no pueden usar los mismos baños que los alumnos” y “siempre deben dejar cerrado el salón y verificar que todo esté limpio y ordenado…” No cabía duda, aunque muy cortés y amable, era una mujer acostumbrada a mandar. Acepté todas las condiciones, pero faltaba definir el horario y el salón.

–”Oh, eso tendrá que hablarlo directamente con el conserje. Yo soy la directora, pero él tiene las llaves y es quien abre y cierra la escuela. Además, sabe dónde está cada cosa y a él deberán acudir si necesitan algo. Te recomiendo que negocies con él los horarios, sobre todo porque los sábados y domingos, sin importar los muchos oficios que pueda dirigirle, no se encuentra obligado a trabajar, y yo no quiero tener problemas con él. Llévale unas galletas o algo para agradarle.”

Salí del despacho en búsqueda del conserje y entonces lo comprendí, todas esas fotos, fechas y eventos en el calendario, recortes del pasado, papeles apilados y comentarios de los amigos. No cabía duda: la oficina de la directora era la versión tradicional de lo que para nosotros es ahora Facebook.

En efecto, la última palabra no estaba en la dirección sino al frente, en la casa del conserje -que por fortuna ni se llamaba Plutarco ni se apellidaba Calles-. Fue con él con quien hubo que negociar todo: horarios y lugares. ¡Vaya que nos tomó mucho tiempo y galletas convencerle de abrir la escuela en días festivos! Y por lo que sé, situaciones similares se repitieron en otras ZOREs.

Los Conserjes son los verdaderos jefes, conviene quedar bien con ellos…