Los distintos niveles de Gobierno de la capital llevan años fomentando un desastre inmobiliario que tendrá funestas consecuencias y sin embargo a la ciudadanía parece no importarle. En cambio, el Jefe de Gobierno anuncia modificaciones al programa No-circula que afectaran a menos de la mitad de los habitantes de la ciudad y que podrían tener un impacto favorable en la salud de la totalidad de la población, y paradójicamente los bloqueos y las marchas, la presión y el resentimiento social no tardaron en aparecer.

A la mañana siguiente del anuncio del nuevo programa No-circula, comentaristas de radio y televisión criticaron la medida. Las redes sociales se llenaron de comentarios enardecidos. La tendera de la esquina compartió su rabia conmigo: “¡Pinche gobierno! sólo busca joder a los que menos tenemos” y un amigo me criticó por no coincidir con el bloqueo de vialidades promovido por Miguel Alemán Vázquez: “¡Cabrón, tu porque no traes auto viejito! ¡Apoya!”.

Los ánimos están caldeados y hay razones para que lo estén. El Gobierno del Distrito Federal actuó de manera incorrecta. Fue insensible anunciar una medida de esta naturaleza con tan poco tiempo de anticipación. Es contradictorio endurecer las restricciones a los particulares mientras que al mismo tiempo vehículos oficiales expiden grandes nubes de humo a vista de todos. El GDF comete agravio al no acompañar la medida con un muy necesario programa de chatarrización y se muestra autoritario al implementarla sin una campaña de sensibilización y sin consulta pública previa. Mi vecina, mi amigo y todos los afectados tienen razón: el GDF actuó mal. Pero lo cierto es que también ellos se equivocan.

-Pensar en el otro, sensibilizarnos.

Por nuestra propia naturaleza humana, es fácil pensar que nuestros intereses individuales son válidos para toda la población. Ciertamente nos inclinamos a creer que aquello que nos beneficia, automáticamente también beneficia a cada uno de los 22 millones de habitantes con los que compartimos la urbe, pero la realidad no es así. Las personas tenemos intereses y anhelos distintos, y dado que sólo tenemos una ciudad, debemos encontrar la forma de compartirla en mutuo beneficio de nuestros heterogéneos deseos.

En últimos días los automovilistas han asumido el papel de víctimas y no han mostrado la menor empatía por la población que no tiene carro. Sí, la gasolina es cara. Sí, hay pocos lugares de estacionamiento. Sí, siempre hay tráfico. Sí, los conductores sufren. Pero sí, también es cierto, en una ciudad de 22 millones de personas, sólo hay 5 millones de autos. De todos los viajes que se realizan diariamente en el DF, únicamente la tercera parte se hace en vehículo particular y sin embargo es en los conductores que se gasta la mitad del presupuesto destinado a infraestructura. Los dueños de automotor hacemos un uso privilegiado de los recursos que son obtenidos mediante impuestos que todos pagamos, incluidos quienes no usan auto.

Seamos sinceros, comprar y mantener un auto no es barato. Por muy viejo que sea nuestro vehículo, mantenerlo cuesta. Los automovilistas no estamos entre los sectores más pobres de la población. De hecho somos un sector privilegiado que no representa ni la mitad de los habitantes de la ciudad y aun así nuestros vehículos ocupan el 85% del espacio vial disponible y generan el 70% de la contaminación del aire que todos respiramos y por el cual todos nos enfermamos.

Pagamos combustibles subsidiados con dinero público, refrendo y hasta hace poco la tenencia y nos parece mucho. Pero nunca pagamos el costo de emitir gases contaminantes a la atmósfera; de generar ruido; de contaminar el manto freático con los líquidos del motor; de colapsar la movilidad urbana; ni tampoco el precio de suspender partículas de caucho en el aire al desgastar nuestros neumáticos. Todos esos costos se los dejamos a la colectividad sin asumir nuestra responsabilidad.

La verdad es que los conductores llevamos mucho tiempo abusando de la ciudadanía. Es momento de aceptar nuestras culpas y buscar soluciones que nos beneficien a todos. No digo que los afectados por el nuevo No-circula dejen de defender sus intereses, pero sí les invito a hacerlo desde una perspectiva justa con el resto de la población.

-Ser inteligentes, actuar como ciudadanos.

El llamado que Miguel Alemán Vázquez, vocero fáctico del Partido Revolucionario Institucional (PRI), hace a bloquear vialidades es una quimera que no resolverá el problema y que tiene por único fin aprovecharse del descontento de la población para ganar espacio político en las elecciones del próximo año.

El PRI del DF, ese partido misógino que prostituye a sus empleadas, le miente a la población. En lugar de mostrar a los automovilistas el camino jurídico mediante el cual lograrían revertir el No-circula, el partido los conmina a realizar acciones que no rendirán resultados y que sólo ocasionarán frustración tanto a los manifestantes como cuanto más a los ciudadanos que desean circular por la ciudad.

Es un sinsentido que un automovilista le impida a otro circular. Carece de lógica política decirle al que no puede costear un carro y que viaja en autobús, que no llegará a trabajar a tiempo porque queremos defender nuestra supremacía vial. Lo único que lograran atacando la ciudad será ganar la enemistad del 80% de la población que no usa auto.

Lo mejor que los conductores afectados podrían hacer en este caso, y en cualquier otro, es actuar con civilidad, comportase como ciudadanos y hacer uso de las ventajas legales que tienen. El primer paso que deberían tomar es ampararse. Ya hay un antecedente exitoso que le permitirá al promovente circular diariamente, así que el amparo es una posibilidad real que puede dar resultados inmediatos y con lo cual los automovilistas ganarían tiempo y cobertura mediática.

Luego, deberían aprovechar su magnitud numérica, apegarse al artículo 18 de la Ley de Participación Ciudadana del Distrito Federal, y recolectar 362,000 firmas para obligar al Gobierno a someter a votación la aplicación de los cambios al No-circula. Acción que podrían hacer sin fastidiar a ningún otro ciudadano.

Incluso los automovilistas podrían ir más lejos. Juntando esas mismas firmas (el equivalente al 0.04% de los votantes) serían capaces de llevar a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal una iniciativa de Ley que les favorezca. Podrían presionar a sus respectivos asambleístas, coaccionarlos con la intención de voto y lograr su aprobación. Pero en lugar de ello u otras medidas civilizadas, los inconformes han preferido dejarse llevar por sus pasiones y fastidiar a sus homólogos mientras se desgastan en movilizaciones que sólo sirven para alimentar el juego de un partido político.

¿O acaso alguien cree que el PRI no sabe de estas cosas? ¿Será posible que Alemán Vázquez no tenga abogados, que no le sirvan sus años de experiencia política? ¿No será en efecto que la población sin darse cuenta está siendo utilizada? Cerca de tres millones de autos tendrán alguna restricción para circular con el nuevo programa. Con ese universo debería ser muy fácil juntar 300 mil firmas: basta con una firma por cada diez afectados para dar batalla  real y efectiva al No-circula.

-Construir una mejor ciudad.

La urbe debe ser más que un montón de edificios, debe ser el entorno que nos brinde la oportunidad y las herramientas para desarrollar nuestra felicidad. Lograrlo no es fácil porque todos tenemos nociones distintas de lo que queremos, pero si pensamos en los “otros” antes de pensar en nosotros mismos, si valoramos la colectividad por encima de nuestra individualidad, juntos lograremos sacar adelante la noble tarea de construir una ciudad habitable para todos.

Con 300 mil firmas los automovilistas podrían echar abajo el No-circula y mantener el injusto estado actual que condena a unos para favorecer la movilidad de otros. Pero si aprovechamos la coyuntura y la movilización y usamos esa misma cantidad de firmas (e inclusive muchas más) para exigir, no que respeten nuestros privilegios, sino que se mejore el transporte público a tal punto que sea mejor viajar en él que en el auto privado, habremos hecho historia y habremos construido una ciudad mejor para todos.