En estas fechas se cumplen dos años de que dejé de planchar mi ropa y de haber lanzado mi Manifiesto contra el planchado. Me alegra afirmar que todas las supuestas consecuencias negativas que predecían los seguidores del planchado resultaron ser falsas: no me volví “hippie”, no me han discriminado por unas pocas arrugas en la ropa; no he tenido problemas laborales ni sociales y tampoco he sufrido de salud. En cambio, he ahorrado muchas horas de mi tiempo y de paso, sin hacer ningún esfuerzo, contribuí a la economía nacional y al combate al Cambio Climático Internacional al reducir mi huella de carbono.

Sin embargo, pese a los buenos resultados, aún encuentro personas que se sorprenden cuando les confieso que hace mucho que no plancho mi ropa (la mayoría ni lo habían notado) y que se niegan rotundamente cuando les invito a dejar ese desagradable hábito.

Los psicólogos de la educación dicen que los seres humanos nacemos “originales” y morimos siendo “copia de…”. Durante toda nuestra vida, y en particular en la infancia, nuestra única referencia del mundo son los adultos que nos rodean, a partir de ellos aprendemos sobre el mundo, y lo más importante, concebimos el mundo según ellos lo conciben. Son ellos los que nos dicen cómo “deben” ser las cosas y lo que es “correcto” o “incorrecto”, y nosotros, al no tener  mayores referencias, terminamos aceptando todas (o casi todas) esas máximas sin cuestionarlas.

Lamentablemente, a veces estas “verdades” resultan ser dañinas a la sociedad y, cerrados en nuestra individualidad, no somos capaces de verlo y nos aferramos a defender las costumbres que hemos aprendido y repetido durante años, aún cuando al mediano o largo plazo nos perjudique a todos. Precisamente una de estas máximas dañinas es la del planchado de ropa.

Para planchar es necesario producir calor, y si recordamos nuestras clases de física del bachillerato o la secundaria, esa es precisamente la mejor forma de desperdiciar energía. La plancha de vapor es uno de los electrodomésticos que gastan más electricidad en el hogar, y los modelos que menos energía consumen son de 630 Watts cada hora, aunque las hay de hasta 1200 Whr. Y si hacemos una comparación, una pantalla de plasma de 42″ necesita 360 Whr y una aspiradora 350Whr.

Usar durante una hora nuestra plancha “ahorradora” (630whr) consume tanta energía como si tuviéramos encendidos simultáneamente un refrigerador pequeño, un foco de 60W, un ventilador, un radio y el cargador de nuestra notebook. No cabe duda, planchar es extraordinariamente ineficiente en términos energéticos ¡Ni qué decir del desperdicio de tiempo y esfuerzo!

Si a escala hogareña este desperdicio de electricidad es un problema, a escala nacional se vuelve una verdadera catástrofe. Según el censo 2010, en México hay 28 millones de viviendas. Suponiendo que en cada una de ellas se destinan en promedio cuatro horas a la semana a planchar, y que el precio de cada KWhr consumido es de $0.90 pesos (media nacional de las tarifas más bajas de CFE), podemos decir que el país pierde cada mes 254 millones de pesos en quitar arruguitas, osea  ¡3 MIL MILLONES DE PESOS CADA AÑO!

 

Al cabo de un sexenio gastamos en nuestra superflua vanidad el equivalente a un año de operaciones del programa “70 y más” (que atiende a tres millones de ancianos), o un año de gasto corriente de la Armada de México, o el costo total de la construcción de la Presa el Cajón, o la línea 12 del metro de la ciudad de México.

Pero planchar no sólo tiene un costo monetario directo, que es el desperdicio de grandes cantidades de electricidad, también tiene un impacto altamente negativo en el medio ambiente. Usando los mismos parámetros del cálculo anterior, y suponiendo (siendo optimistas) que en México producir un KWh lanza a la atmósfera 0.7 Kg de dióxido de carbono, podemos afirmar que cada mes el país emite 1.9 toneladas de gases de efecto invernadero como resultado de planchar. ¡CASI 23 TONELADAS DE CO2 CADA AÑO!

Al cabo de un año deberíamos estar plantando 4,000 nuevos árboles para únicamente compensar  las toneladas de CO2 que habremos liberado a la atmósfera por concepto de planchado. Y aunque 4 mil pueda parecer una cifra pequeña, lograrlo es particularmente difícil, más si consideramos que México pierde casi 500 mil hectáreas de bosque anualmente.

En resumen, mientras que otras tareas domésticas mejoran la calidad de vida de las personas, planchar responde sólo a un mero convencionalismo social que no reporta ningún beneficio y en cambio deja graves daños a la colectividad y a las generaciones futuras.

¿Qué esperas para dejar de planchar?

camisa-arrugada19-DIC-2012 ACTUALIZACIÓN:  ¡Enhorabuena! Me acabo de enterar mediante una nota de El Universal que desde Argentina se ha lanzado la campaña “No la planches“, que tiene por primer objetivo lograr que cada 20 de diciembre se conmemore el #DiaDeLaCamisaArrugada con la finalidad de crear consciencia sobre lo nocivo que resulta planchar la ropa.

¡Ciudadanos conscientes del mundo uníos!