Es inicio de año y por ello me siento en el deber de romper la cuarta pared para decirles a ustedes, mis tres o cuatro lectores, lo mucho que agradezco la atención que prestan a este pequeño rincón de la red, y también desearles que durante el 2012 logren sus más elevadas pasiones y, por qué no, también las más bajas.

Ha llegado Enero y es normal que durante estos días (si es que no lo hemos hecho ya) enunciemos los proyectos que deseamos satisfacer durante el año. Sin embargo, me pregunto ¿cuántos de nosotros, al momento de planificar nuestro proyecto personal, tomamos en cuenta el proyecto colectivo en el que estamos inmersos?

Inmediatamente después de Navidad y poco antes de Año Nuevo vacacioné en Acapulco. Ahí varias cosas llamaron mi atención (además de los bikinis, claro): 1) la marcada brecha que hay entre los barrios destinados al turismo y los que son habitados por los lugareños; 2) el esmero que ponen empresarios y pobladores en mantener una buena imagen de Acapulco; y en particular, 3) la poca presencia de turistas.

Claro que a mi regreso, poco antes de la celebración de Año Nuevo, vi del otro lado del camino cientos de nuevos visitantes, y que los hoteles reportaron cupo lleno, pero al menos durante mi estancia la ciudad me pareció más bien un tanto vacía. Hecho que resultó ventajoso para conseguir espacio de arena pero que, además de agüitar la vida nocturna, ha de resultar desastroso para una comunidad que vive casi exclusivamente del turismo.

Desconozco si la relativamente poca presencia de turistas mexicanos, y la casi inexistente audiencia de extranjeros durante mi visita sea normal en esas fechas, o si se deba a la crisis económica o a la delincuencia. Pero lo que sí sé es que para los acapulqueños resulta primordial mantener un elevado flujo de turismo.

No comprendo cómo es que durante los últimos días de mi estancia, un par de policías municipales asaltaron a turistas canadienses, subrayo, policías municipales asaltaron a turistas canadienses. Obviamente, la respuesta de todos los visitantes canadienses fue abandonar Acapulco, y veo difícil que ellos o sus conocidos regresen a Acapulco alguna vez.

Como el país, Acapulco también tiene un proyecto aspiracional… ¿Acaso esos delincuentes vestidos de policías no eran Acapulqueños? ¿Acaso no comprenden que su ínfimo beneficio personal ($300 pesos) tiene un gran costo para la colectividad? ¿Acaso no perciben que lo que le pase a la comunidad, para bien y para mal, a ellos también les afecta?

Muchas veces he escuchado la frase “…es que en México no tenemos proyecto de nación”, y yo creo que lo que sucede es que los mexicanos no acostumbramos sincronizar nuestro proyecto personal de vida, con las aspiraciones claramente expresadas en nuestra historia y Constitución.

Mis queridos tres o cuatro lectores, es enero, es momento de hacer proyectos… Es momento de hacer del proyecto de Nación, nuestro proyecto.