La semana que finaliza resultó ser particularmente interesante. Ayer, 14 de febrero, se cumplieron 23 años desde que la sonda Voyager II tomó la foto más lejana que se tiene de la Tierra. Más de 6 mil millones de kilómetros separaban el planeta del lente de la cámara. El resultado es una foto preciosa, si se sabe mirar correctamente.

La escena consiste en un cuadro negro atravesado por un par de haces de luz, y en una de estas franjas se encuentra un pequeño pixel azul apenas perceptible. Ese pixel es la Tierra. En ese diminuto punto están todas las cosas con las que convivimos, todo lo que podemos percibir de forma directa, básicamente todo lo que conocemos empíricamente.

Regularmente la festividad del amor y la amistad opaca el aniversario de esta fotografía, pero este año las circunstancias nos orillan, casi nos obligan, a pensar en ella con mucho detenimiento.

PaleBlueDot

El 13 de Febrero, un día antes de este aniversario, se festejó el miércoles de ceniza, fecha en que los profesantes de la fe católica y protestante conmemoran el inicio de la Cuaresma, un periodo dedicado a la meditación y a la penitencia. Luego, hoy 15 de febrero, desde los confines del sistema solar nos ‘visitó’ el asteroide 2012DA14, que tuvo a bien enviar un ‘heraldo‘ para recordarnos que allá afuera hay mucho más de lo que podemos ver a simple vista y de lo que, hasta ahora, comprendemos.

¿Cómo es que el miércoles de ceniza y un asteroide se relacionan entre sí? Bueno, la respuesta no es religiosa (¡vamos que nunca lo es!) sino filosófica. Me explico: a mi parecer, tanto la celebración religiosa, como el meteoro, llevan implícito un mensaje que coincide plenamente con el aniversario de la imagen capturada por la Voyager I.

Por una parte, las cenizas que se usan durante el miércoles de ceniza (valga la redundancia) provienen de la quema de las plantas utilizadas durante el Domingo de Ramos anterior, fecha que probablemente sea la más importante entre los creyentes católicos, ya que se celebra el ingreso de su salvador a la ciudad de Jerusalén. Durante la festividad, los ramos son parte fundamental del rito y representan “la Gloria”, pero después de un año, esos mismos ramos, con todo y la Gloria que representaban, son reducidos a simples cenizas. Éstas se colocan en la frente de los creyentes mientras se alude al Génesis 3:19 que dice: “…polvo eres, y al polvo volverás“.

Eso por el lado de la religión. Por parte de la ciencia, Carl Sagan tuvo a bien inmortalizar la fotografía de la Voyaguer I con estas profundas palabras:

“Eso es aquí, es nuestro hogar. Eso somos nosotros. En él están todos los que amamos, todo los que conocemos, todos de quiénes hemos oído hablar, y todos los seres humanos que han vivido sus vidas y todos los que en el futuro cercano vivirán. La suma de nuestra alegría y sufrimiento, miles de religiones, ideologías y doctrinas. Cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones. Cada rey y cada campesino, cada joven pareja de enamorados, cada madre y padre, cada inventor y explorador, cada maestro de moral, cada político corrupto, cada ‘superestrella’, cada ‘líder supremo’. Cada santo y pecador en la historia de nuestra especie vivió ahí: en una mota de polvo suspendida en un rayo de Sol.”

Así, la fe nos recuerda que nuestra presencia en la Tierra es finita, que ningún titulo y ninguna propiedad, por muy ostentosas que sean, nos salvarán de morir. Y al mismo tiempo, y desde su trinchera, la ciencia nos demuestra que no somos nada en el Universo. Se trata pues, de una lección de humildad y de la invitación a reflexionar sobre lo que verdaderamente importa.

También hoy, 15 de Febrero, junto con el asteroide, un meteoro que no había sido detectado golpeó a una de las naciones con mayor capacidad militar del planeta. Causó destrozos y heridos en uno de los países que, hace apenas dos décadas, estuvo dispuesto a enfrascarse en una suicida guerra que pudo acabar con la humanidad entera. Nuevamente Sagan:

“La Tierra es un muy pequeño grano en una vasta arena cósmica. Pensemos en los ríos de sangre derramados por todos esos generales y emperadores, para que en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto en medio de la nada. Pensemos en las interminables y  crueles visitas que los habitantes de una esquina de ese pixel hicieron contra los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina; la frecuencia de sus malentendidos, la impaciencia por matarse unos a otros, la generación de fervientes odios.

Nuestras posturas, nuestra imaginada auto-importancia, la falsa ilusión de tener una posición privilegiada en el Universo, todo es desafiado por este pálido punto azul.”

Si nos permitimos ser poetas, diríamos que el meteoro es un mensaje, un recordatorio de que ante las leyes del universo, ante la infinita extensión física y temporal del cosmos, nuestras ambiciones importan un bledo.

Hoy fue una roca pequeña, mañana puede ser una grande, o puede ser la explosión del sol, o puede ser cualquier cosa. Y cuando el planeta deje de existir -sabemos que ese momento llegará-, ni todo el oro acumulado, ni todas las armas del mundo, ni los trofeos, ni los admiradores y seguidores nos salvarán. Nada se mantendrá en pie. Junto con nosotros perecerán también nuestros monumentos, nuestras tumbas, nuestros muros y murallas, todo dejará de ser. Esa es la dinámica del universo: “polvo somos, y al polvo regresaremos”.

¿Entonces qué nos queda?

Nos queda la vida. Nos queda reconocer que por naturaleza los humanos somos igualmente miserables y grandiosos, y olvidar el ego y la soberbia. Aceptar que un mercedez benz con placas doradas no nos hace superiores, y actuar en consecuencia con nuestra naturaleza: Hacer lo posible por ser felices y por permitir que otros también lo sean.

¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?
Nada es para siempre en la tierra:
Sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
Aunque sea de oro se rompe,
Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
No para siempre en la tierra:
Sólo un poco aquí.
Nezahualcóyotl