Hace unos años, como un ejercicio en clase, la profesora de Prospectiva Política nos planteó un escenario extremo: “El daño ecológico en la Tierra es de tal magnitud que es inevitable que la vida se extinga. Hay que abandonar el planeta”. En el grupo de la carrera de Ciencia Política teníamos que simular ser el comité internacional designado para resolver la problemática y decidir qué debía hacer la humanidad para salvarse.

Seguramente influidos por la carrera y por años de ver películas de mala ciencia ficción sobre el espacio, mis compañeros abordaron el reto desde la perspectiva equivocada. En lugar de discutir con seriedad y objetividad realista, empezaron a dibujar utopías sociales y ni de lejos se detuvieron a pensar que antes de poder construir el sueño de Tomás Moro había que resolver enormes dificultades de  costos, riesgos, tiempos, selección de sobrevivientes, tecnologías, entre otras muchas cosas. Mis compañeros gastaron mucha saliva en determinar qué sistema político debía prevalecer en el nuevo mundo, y no dijeron una sola palabra sobre el cómo habrían de llegar a él.  Tal es la naturaleza de nuestra sociedad, gastamos horas de discusión para decidir el color de las paredes de nuestro castillo antes de si quiera preguntarnos cómo lograremos mantenerlo en el aire.

El viernes pasado, el novicio Diputado Federal Andrés Eloy Martínez, secretario de la Comisión de Ciencia y Tecnología, anunció emocionado que ha pasado a la segunda etapa de selección de astronautas de la iniciativa Mars One; proyecto que tiene tan escaso futuro como el ejercicio de la clase de Prospectiva Política.

No dudo de las buenas intenciones del Diputado Martínez Rojas, pero me preocupa que un hombre que ocupa tan importante posición de Estado en el área de desarrollo científico y tecnológico tenga tan corta visión como para sumarse a un proyecto demagógico, publicitario y sin futuro como lo es Mars One. Peor aún, me desconcierta que el motivo por el cuál se sumó al proyecto sea el de ir a “legislar la nueva sociedad” marciana.

Fundada en 2011 por empresarios holandeces, Mars One supuestamente tiene el objetivo de establecer en el cercano 2025 la primer colonia de humanos en Marte con un presupuesto de a penas seis mil millones de dolares que supuestamente serán obtenidos de bolsillos privados mediante la venta de artilugios, publicidad y la realización de un reality show; de hecho, uno de los integrantes fundadores es Paul Romer, creador del programa Big Brother.

“Selected candidates enter full-time training Groups selected from the first batch of applicants begin training. This training will continue until the launch in 2024. The group’s ability to deal with prolonged periods of time in a remote location is the most important part of their training.” MarsOne’s RoadMap

Que una empresa nueva sin experiencia, sin presupuesto propio suficiente y sin apoyo de ninguna agencia espacial, se plantee objetivos tan extraordinarios debería bastar para que cualquier persona con un mínimo de nociones espaciales o administrativas dude seriamente de la viabilidad del proyecto. Sin embargo, Mars one goza de prestigio entre los medios (que rara vez hacen buena divulgación de la ciencia) ya que tiene dos características que sirvieron en su momento para que la pésima película Armageddon fuese un éxito comercial: acción espacial y la posibilidad de aventura para el ciudadano promedio. Quién sabe, tal vez en los próximos años nuestro héroe no sea un obrero petrolero (el papel de Bruce Willis), sino un ex diputado aficionado a la astronomía.

Sin duda colonizar Marte es un sueño maravilloso y estoy convencido de que el próximo paso que la humanidad debe dar es salir de este planeta. Pero para lograrlo más nos vale hacer bien las cosas, y no desperdiciar ni tiempo ni expectativas en quimeras que a lo más que llegarán es a transmitir un nuevo big brother realizado durante el “entrenamiento” de los suspirantes que esperan pisar suelo marciano.

Sr. Diputado Eloy Martínez, por favor preste más atención a las ideas que apoya, los recursos y el tiempo son escasos y valiosos y no deben desperdiciarse en tonterías sin pies ni cabeza.