La primera vez que supe de él, fue a través de un gran texto titulado “Palmeras y aves de paso“, un documento que escribió para la revista Nexos y cuyo estilo refleja muy bien el carácter del doctor. Aquella ocasión, luego de disfrutar sus buenas letras no imaginé que un día yo miraría por la misma ventana, ni mucho menos que él me enseñaría varias de las lecciones más importantes de mi vida adulta y por las cuales estoy profundamente agradecido.

Hoy el Dr. Cinna Lomnitz, reconocido por sus méritos científicos pero aún más por su genialidad y por su enorme calidad humana, ha transitado a mejor vida. Me queda el dolor de su ausencia pero también el consuelo de su amplia sonrisa y la compañía de sus siempre oportunos consejos.

Cinna fue un genio que brillaba por sus amplísimos conocimientos, pero que era rápidamente amado por su amistad. Así como lo vi discutir profundamente sobre ciencia, filosofía y arte, también le vi jugar como un niño con los felinos con los que compartía su hogar. Era profundamente inteligente mas nunca se vanaglorió de sus amplios méritos. Es un ejemplo a seguir.

Hace cuatro años, cuando le conocí, le pregunté respecto a la eternidad. Hoy me consta que hay geofísicos en ella.

“Desde la ventana, nuestra vista también ha cambiado.
La vieja palmera ya nunca estará allí.
Nos dejó su sombra, su fantasma en el muro.
¿Habrá palmeras en la eternidad?
Si así fuera, palmera, nos veremos en un mundo
donde el sol no se pone.”

Descanse en paz.