La encargada alzó la voz para hacerse escuchar en la pequeña fonda. Las y los comensales prestamos atención a sus palabras: “Vamos a cerrar la cortina por seguridad. Acá en la glorieta están asaltando y ya robaron una de las tiendas. Por favor no se alarmen, es por precaución.” Tras el aviso, los presentes guardamos silencio mientras nos mirábamos unos a otros tratando de entender nuestra circunstancia.

El 30 de octubre de 1938 la CBS transmitió por radio una adaptación muy realista de La guerra de los mundos. Al cabo de una hora de emisión, el pánico se apoderó de las calles de Nueva York y Nueva Jersey. Las y los radioescuchas creyeron que, efectivamente, el mundo estaba siendo invadido por extraterrestres. El episodio pasó a la historia como muestra del poder de los medios y de la ingenuidad de algunas personas. 

Hoy, casi 80 años después, el fenómeno se repitió en la Ciudad de México y su área metropolitana debido al uso irresponsable e inmaduro (y quizá mal intencionado) de las redes sociales.

El golpe metálico que hizo la cortina al tocar el suelo rompió el silencio y anunció el inicio del debate. La primera en hablar fue una anciana que, firme en su experiencia, aseguró que los encapuchados son “gente del gobierno”, así lo dijo, “esos cabrones siempre han asustado al pueblo para hacer sus tranzas”.

Le siguió una joven escéptica que preguntó con timidez: “No se escucha nada de ruido, ¿será cierto que hay algo allá afuera?”. Todas y todos asintieron en aprobación de sus palabras. Claramente la incredulidad respecto a los supuestos y cercanos disturbios era compartida, pero también el miedo de que fuesen ciertos. Ante la duda, la dueña del lugar tomó la delantera y zanjó el asunto con un: “más vale prevenir ¿o no?”. Nadie se animó a exigir la apertura del local; pues como bien aconsejó un señor presente: “¿De qué sirve buscarle ruido al chicharrón?”

Desde ayer los noticieros han repetido una y otra vez las imágenes de manifestantes violentos secuestrando casetas, vandalizando gasolineras y asaltando tiendas departamentales.  Hoy, las redes sociales y el servicio de mensajería instantanea, Whatsapp, han sido generosos medios de difusión de advertencias (¿bien intencionadas?) sobre disturbios en diversas zonas del área metropolitana.

Por información fidedigna de amigos y conocidos supe que la injustificada escena se repitió, por lo menos,  de Naucalpan a Mixcoac y de Tacubaya a La Doctores: cientos de negocios cerrados y las calles vacías. La magnitud del rumor hacía imaginar vándalos en cada esquina y saqueos por todas partes. Sin embargo, en la era de los vídeos virales, nadie era capaz de compartir alguno. Se supone que estábamos sobreviviendo un estado caótico y no había la menor evidencia de ello. Inexplicablemente, contrario a la más mínima lógica, las falsas noticias siguieron esparciéndose hasta caer la noche.

Sólo un vídeo apareció, de hecho trascendió a los noticieros: un grupo de asaltantes robó un autoservicio en la delegación Azcapotzalco [1]. El padre de un conocido, trabajador del lugar, me confirmó el hecho y me compartió sus sospechas sobre sobre una banda que regularmente opera en las colonias aledañas al establecimiento. Según veo, en otro momento a los “manifestantes” se les habría llamado asaltantes, pero dado el contexto, hoy “son el pueblo organizado” o una “turba enfurecida”; dependiendo el espectro político desde el que se nombren. Las cercanas elecciones tienen el poder de cambiar el nombre a las cosas.

Conforme el sostenido silencio exterior tranquilizó el ánimo al interior de la fonda, el debate se desvió hacia el futuro del país y el actuar gubernamental. Nunca antes había visto a un grupo tan ocasional de desconocidos permitirse compartir su opinión sobre los temas comunes a todas y todos. Al menos algo bueno logró el susto: propiciar la discusión pública. ¡Ojalá que pronto la reflexión colectiva se haga en las calles y sin miedo! 

Al finalizar el día, y con el orgullo de sobrevivir los que deberían ser los peores disturbios fantasmales en la ciudad de México, me quedan dos dudas:

La primera es si la Secretaría de Seguridad Pública y la Jefatura de Gobierno no se han enterado de la existencia de internet. Mientras las redes sociales ardían de desinformación y rumores, el gobierno local se limitó a pedir a la ciudadanía que llamaran a sus líneas telefónicas (un limitado invento del siglo pasado) para recibir información sobre los disturbios. ¿No habría sido mejor mostrar las tomas captadas por cámaras de vigilancia ubicadas en los lugares imaginariamente atacados?

El gobierno local debió desmentir activamente los rumores y dar certidumbre. Pero en lugar guardo silencio o emitió información tan poco acertada como este tweet, acompañado de fotografías que causan más ansiedad:

La segunda duda del día es si aquel señor del bigote de la fonda tenía o no razón. Según él, es mejor “no buscar el ruido del chicharrón”, pero gracias a esta precaución popular, hoy las y los capitalinos fuimos secuestrados por fantasmagóricos e (casi) inexistentes asaltantes.

Según veo, lo mejor es dudar. Dudar de la existencia de los vándalos invisibles y, aún más, de la procedencia de los criminales que efectivamente causaron estragos en Acolman, Ecatepec, Naucalpan, Nicolás Romero, Tultepec y Tecámac [2].

¿No es llamativo que los saqueos mejor organizados, los que tuvieron mayor afluencia, sucedieron justo en el Estado de México, un Estado en proceso electoral? ¿Quién podría beneficiarse de ello?

Referencias:

[1] Redacción. Vídeo. Detonan balazo durante saqueo en Azcapotzalco. En El Universal en línea. 04/ene/17. Link | Testigo.

[2] Redacción. Gazolinazo causa serie de saqueos; autoridades de Edomex reportan 161 detenidos. en Animal Político. 04/ene/17. Link | Testigo.

Fotografía de artículo: Ernesto Zamorano. https://www.facebook.com/photo.php?fbid=10211683944471754&set=a.1682375616856.2093449.1161544727&type=3&theater.

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