La tarde y noche del 19 de septiembre fueron caóticas. No tanto por los estragos del sismo sino por la confusión y el miedo de la población. Primero colapsaron las calles y avenidas por el tránsito urgente de todos los que querían ver a su familia. Luego, los bloqueos vinieron de los que tratando de ayudar, terminamos estorbando.

Las redes sociales se llenaron de basura. Decenas de veces se compartieron fotos y videos alarmantes. Se volvió imposible distinguir la veracidad y vigencia de los mensajes que daban cuenta de peligros, heridos y solicitudes de ayuda. En medio de la vorágine informativa, no hubo una voz clara que diera certeza, no hubo un liderazgo que señalara rumbo y ritmo a la población civil.

Lo más cercano a un orden provino de la ciudadanía organizada tras un par de noches. Valiosos esfuerzos como el realizado por el colectivo autodenominado “Chingones del stalkeo” nos dieron algo de claridad informativa, pero terminaron siendo minúsculos oasis enmedio de un enorme desierto de subjetividad.

En ese entorno enrarecido, al menos dos medios de comunicación imprudentemente encabezaron sus portales electrónicos con la frase: “LA TRAGEDIA SE REPITE”, haciendo alusión al desastre de 1985. ¡Incluso tuvieron el mal gusto de comparar fotografías de entonces y de ahora!

También recuerdo que al poco tiempo del sismo, el Presidente de la Asociación de Scouts de México A.C. (ASMAC), Francisco Macías, publicó en su cuenta de Facebook:

“Estimados hermanos scouts, En una situación como esta, nuestros valores y principios deben de ser una base para la acción. Ponte el uniforme y acude a apoyar. Mantenganse al tanto de nuestras redes sociales institucionales y entren en contacto siempre con sus Jefes de Grupo y Presidentes de Provincia.”(sic)

 

Al momento de escribir, el mensaje original, tan irresponsable al enviar a la calle a menores de edad y a adultos sin capacitación, ha sido cambiado por uno ligeramente más sensato.

Ante el excesivo silencio de nuestras autoridades, la actuación de medios de comunicación y de líderes sociales dejó mucho que desear; no sólo esa noche, sino también en los días previos. En todos lados se magnificó la tragedia, todos parecían pensar que el 85 se había repetido; poco que ver con la realidad.

Esa es la segunda lección de la tragedia: Hace falta desarrollar comunicación oficial y aprender a comunicar desde la sociedad.

La tarde-noche del sismo traté de ser útil en algún lado. No creo haberlo logrado.

Debido a mi condición scout y a la gran cantidad de paramédicos que el destino puso en mi grupo scout, desde los 14 años he sido voluntario en diversas emergencias y puedo garantizar que nunca había visto el espíritu solidario que se hizo presente en septiembre del 2017.

Al principio tanta generosidad me reconfortó el alma, pero luego de pasar por algunas zonas de derrumbe y de auxiliar en el  improvisado centro de acopio de la delegación Benito Juárez, me di cuenta del monumental desorden que ocasionamos tantas personas. El personal de protección civil no se daba abasto para regular el flujo de “brigadistas”.

El mejor ejemplo fue el éxito que tuvo la convocatoria de la UNAM para formar equipos de ayuda en el Estadio Olímpico. Más de 3 mil personas pasaron la noche entera esperando que les asignasen  alguna misión.

Esa fue la tercera lección del día: DESINFORMACIÓN MÁS BUENAS INTENCIONES SON UNA RECETA PARA EL FRACASO. La masiva respuesta de la población, más adecuada para un desastre como el de 1985 terminó resultando perjudicial en una emergencia como la de este año.

Regresé a casa con la tranquilidad de que la emergencia estaba suficientemente atendida ya que, además de todos los voluntarios, en las calles también encontré policías, militares y unidades de trascabo y camiones. La autoridad tuvo durante toda la emergencia una comunicación pobre pero, al menos en la zona urbana de la capital, estuvo presente desde las primeras horas.