Participación con motivo de la clausura de los trabajos de los Consejos Distritales Electorales de la Ciudad de México pronunciada en mi condición de Consejero Titular el 19 de octubre de 2018:

Buenas tardes, es un honor compartir esta mesa en el cierre del Proceso Electoral Concurrente 2017-2018. Fue un proceso difícil que se desarrolló en un clima de manifiesto hartazgo social y de escepticismo hacia las instituciones nacionales; organismos electorales y partidos políticos incluidos. Es innecesario repetir las preocupantes cifras que arrojaron el último latinobarómetro y el informe País… Ya en nuestra primera sesión advertí de que nunca antes la población mexicana había estado tan decepcionada de la política.

Y por ello deben ser asuntos de alta importancia las extraordinarias dificultades que los organismos electorales tuvieron para contratar y retener al personal eventual, y especialmente la declaratoria de 68 mil 436 secciones de atención especial a nivel nacional, pues de un sexenio a otro crecieron en 4 puntos porcentuales el número de casillas de alta dificultad en su instalación. Hay cuestiones logísticas que revisar de cara a las siguientes votaciones.

No obstante, gracias al esfuerzo de miles de ciudadanos que seguimos creyendo en la nobleza de las causas democráticas, la población mexicana dio un nuevo voto de confianza y, a decir verdad, de esperanza a nuestro sistema político.

De manera que podemos calificar la elección como exitosa al haber contado con la participación del 62.6% del electorado a nivel federal y del 70.4% a nivel capitalino. En el caso de nuestro distrito, logramos una asistencia por encima de la media local, con el 71.4%.

Las urnas manifestaron un resultado favorable y el tránsito de poderes se está realizando en paz y con legalidad. Las instituciones recibieron una bocanada de aire… una nueva prórroga para recuperar con trabajo y con dignidad la plena confianza ciudadana.

Mi reconocimiento a todo el esfuerzo que el personal de esta junta realizó durante los últimos meses y, en algunos casos, los últimos años. Me consta que muchos de ustedes han ido más allá de sus obligaciones laborales, sacrificando incluso el bienestar de su familia en nombre de la causa cívica. Muchas gracias por su compromiso.

También gracias a todas las miles de personas que luchan por consolidar la democracia en nuestro país, tanto al interior de los órganos políticos formales como por fuera de ellos. Sé que la historia reconocerá su entrega.

Sin embargo, el haber cerrado con éxito nuestros trabajos de democracia procedimental es motivo de alegría pero no de autocomplaciencia. La alta participación en urnas sólo nos da cuenta de la dimensión más básica de la democracia: la rotación pacífica y representativa del poder. Pero el Proceso Electoral también arrojó otras cifras menos prometedoras y que dan parte de la dimensión más importante de la democracia: la comunitaria.

Cerramos este proceso con 15 periodistas  y al menos 10 defensores de derechos humanos asesinados. ¿A qué “democracia” (entrecomillada) podemos aspirar si coartamos el ejercicio de la libertad de expresión y la lucha por la justicia?

Así mismo, durante la duración de los trabajos electorales, la criminalidad arrebató la vida de más de 30 mil ciudadanos. ¡Son cifras propias de una guerra civil y no de un país que pudo instalar 150 mil casillas! Vaya contradicciones las de nuestra incipiente democracia… Vaya reflexiones que nos obliga a realizar.

Y aún así, sigo convencido de que “los males de la democracia se curan con mayor democracia”. Mucho peor estaríamos si ni siquiera tuviésemos nuestras actuales instituciones políticas. Sí… muy frágiles, pero existentes. En esa existencia está la posibilidad y en la posibilidad está el futuro.

Hablamos entonces, para concluir, de dos facetas por atender en nuestra democracia: las instituciones y la ciudadanía.

A pesar de todo lo criticable, cinco sucesiones presidenciales satisfactorias y dos décadas de realizar votaciones  en la capital hablan de la madurez de nuestras instituciones políticas. Desde luego, no debemos descuidar estos logros, pero el eje de nuestras luchas ya no debe estar aquí.

Partamos de esta mesa con satisfacción pero también con tarea pendiente. El renacimiento de ideologías retrógradas y de discursos ultraconservadores son ahora la mayor amenaza a nuestra joven democracia.

Ahora la misión no es construir instituciones tanto como lo es formar demócratas. Hoy vimos a muchos compatriotas consumirse en insultos y descalificaciones xenófobas al éxodo de familias procedentes de Centroamérica. ¿Qué clase de república se puede construir desde el odio? ¿Qué sociedad desde la intolerancia?

Lo que ahora necesitamos es empatía, es comunidad. La democracia que nos toca impulsar al dejar esta mesa  es la que sucede fuera de las urnas. Nos vamos con la idea de inspirar y de formar demócratas para las casillas pero más que nunca, también para las calles, para las familias, para la vida nacional.

 

Es cuanto Consejero Presidente.