En Amnistía Internacional México hemos realizado nuestra Asamblea General de Miembrxs 2020 de forma completamente virtual. Es la primera vez en la historia que lo hacemos así y espero que no sea la última. También fue para mí la última Asamblea que en que tuve el honor de servir como vocal del Comité Directivo de nuestra organización. Fueron dos años (y un poco más por la pandemia) de continuo aprendizaje porque la crisis de derechos humanos que sobrevivimos en el país nos confronta a las áreas más oscuras de la naturaleza humana. De forma que ser defensor o defensora de Derechos Humanos te hace sentir un hueco en el corazón y rabia en las vísceras varias veces a la semana. Sin embargo, en la búsqueda de justicia también encuentras a muchas personas que con su vocación te iluminan; que con su talento y compromiso te inspiran y que con su coraje y valentía te nutren. Así, al cabo de los días las heridas que deja la realidad cruda cierran y tu corazón se ensancha pues sólo fui un servidor en la arista de la gobernanza, pero la verdadera lucha, la razón de existencia de nuestro movimiento, la mantienen miles de personas que todos los días presentan rostro a la injusticia y, al hacerlo, nos regalan un mundo más digno y justo.

Así que definitivamente la Asamblea no fue como acostumbramos, pero tampoco fue algo malo. Sí, extrañamos coincidir con nuestra membresía de todo el país. Nos hizo falta charlar de manera informal en los pasillos al respecto de nuestras familias o de nuestros estudios. Se echó de menos reír a carcajadas con las bromas de nuestras colegas y comer y bailar en nuestra tradicional cena, pero a cambio, descubrimos que tenemos la capacidad de seguir operando a distancia y que, aún con una pantalla como intermediaria, podemos abrazarnos. Lejos de ver esta Asamblea como una excepción, deberíamos asumirla como un fructífero ensayo para el futuro, porque el mundo no empezó a cambiar con la pandemia. Esta peste solamente apresuró las dinámicas de transformación que ya venían preparando el nuevo escenario en que nuestra organización está llamada a actuar. A saber, hay al menos seis desafíos para los cuales la virtualidad nos da herramientas:

  1. La emergencia climática nos exige, entre otras cosas, reducir nuestra huella de carbono y los viajes no esenciales;
  2. La globalización como proceso acabado, ese que hizo posible la extensión planetaria del virus, nos enfrenta a violaciones de la dignidad humana de carácter transfronterizo que nos urgen a profundizar nuestras capacidades de acción coordinada a nivel regional y mundial;
  3. El ascenso de la “postverdad” ─pomposo título para la vanagloria de la mentira─ nos empuja a comunicar mejor, con mayor pedagogía y para sectores más amplios de la sociedad;
  4. La inevitable y profunda recesión económica que padeceremos nos impone economizar y eficientar nuestros recursos;
  5. La crisis de inseguridad pública y el constante hostigamiento gubernamental hacia las organizaciones de la sociedad civil nos demandan, como nunca, tener la capacidad para encontrarnos, capacitarnos y coordinarnos a pesar de la adversidad y la distancia; y
  6. el aumento en la cantidad y capacidad de dispositivos de control y vigilancia electrónicos nos llama a mejorar nuestras habilidades digitales y a procurar un mundo en el que, sin sacrificar la competitividad de nuestras cadenas productivas, se garantice la salvaguarda de derechos en un contexto dominado por la inteligencia artificial, el big data y otras tecnologías disruptivas.

Esta Asamblea se inserta, además, en el preámbulo de una nueva estrategia global y de cambio de liderazgo en el secretario internacional de la organización. Son tiempos de renovación en todos los niveles y nuestras acciones deberán estar concordancia con el espíritu de esta época. En ese sentido, los resultados que membresía, personal remunerado, activismo e integrantes del Comité hemos obtenido durante los últimos dos años me hacen sentir satisfecho, a pesar de que siguen siendo insuficientes.

Por ejemplo, hoy somos 456 activistas en México; es decir, un 98% más que cuando ingresé al comité directivo en 2018, empero claramente seguimos siendo muy pocas personas para un país tan grande y complejo. También hemos pasado de una dependencia de las subvenciones del secretariado internacional del 63% a cubrir la mitad de nuestro presupuesto con fondos propios (más de $23 millones de pesos). En el último par de años, en nuestra sección hemos movilizado a más de 30 mil personas a favor de la justicia; el doble de lo logrado en el periodo similar previo. Sin embargo, estas cifras se atenúan ante la capacidad de convocatoria y financiamiento que tienen la ultra derecha recalcitrante y anti-derechos. De tal forma que aún nos queda mucho por hacer y habrá que hacerlo en un entorno aún más complejo.

No tengo a la mano la respuesta a los seis desafíos que enuncié previamente. Aunque me queda claro que nuestra sección debe transitar a una estructura más ágil, descentralizada y económicamente auto suficiente, lo cierto es que tenemos que sumar nuestros talentos y capacidades en una reflexión mucho más profunda que la que podría llevar a cabo en este espacio. No obstante, ente el adverso escenario que enfrentamos, viene bien finalizar estas palabras parafraseando a Levinas: Los pensamientos de las personas son conducidos por las necesidades, que implican sociedad e historia. El hambre y el miedo pueden vencer toda resistencia humana y toda libertad. No se trata de dudar de esta miseria humana –de este imperio que las cosas y los malvados ejercen sobre la base de nuestra corporalidad- de esta animalidad. Pero sucede que ser Ser humano es conocer, es saber que esto es así. De tal forma que la libertad consiste en saber que la libertad está en peligro. Afortunadamente, saber o ser consciente, es tener oportunidad y tiempo para evitar y prevenir nuestras inhumanidades. Ser libre es construir un mundo en el que se pueda ser libre. Sirvan los trabajos de esta Asamblea para continuar construyendo nuestra libertad.