Hoy debía ser la Asamblea General Anual de Amnistía Internacional México, pero por la emergencia sanitaria del COVID-19, el Comité Directivo decidimos aplazarla para garantizar la seguridad de nuestra sección y aportar a la gestión de la crisis. No obstante, aprovechamos la ocasión para realizar una sesión virtual con el objetivo de informar sobre esta decisión, presentar brevemente los resultados del año pasado y compartir nuestras perspectivas respecto al futuro que nos depara ante la emergencia. Si bien, no fue lo mismo que nuestra Asamblea física, gracias a la presencia de algunas de las integrantes de la comunidad amnistiana de todo el país, la junta se volvió un evento extraordinario.

 


Después de presentar el video resumen del informe 2019, la sesión se tornó emotiva. Lo cual no es sorpresa, pues quienes hemos participado de Amnistía Internacional bien sabemos que no podría haber sido de otra forma porque la única manera de hacer activismo es con el corazón en la mano.

Sucede que cambiar al mundo no es un trabajo, es un llamado vocacional. Y cada persona que responde a ese llamado universal es como la pequeña flama de nuestro símbolo: una vela que con su luz y calor otorga esperanza.

En Amnistía hemos logrado que 7 millones de mujeres y hombres enciendan sus convicciones en favor de la justicia. Haciéndolo así, con todo ese calor y toda esa luz, es como logramos transformar las distintas sociedades en las que tenemos presencia y, al mismo tiempo, es con esa energía que nos alimentamos y desarrollamos mutuamente: nadie sale del activismo igual a como entró. Por eso son tan emotivas nuestras acciones, porque nos nutren.

Hoy debía ser un acto de protocolo para cumplir el mandato de nuestros estatutos y ordenamientos, pero fue mucho más allá. A pesar de la apatía de los teclados y los monitores, la sesión virtual se volvió un momento catártico y esperanzador.

Incluso rodaron algunas lágrimas que estuvieron plenamente justificadas ya que no es un día cualquiera: Antes, durante y después de la sesión, la epidemia ha estado cobrando vidas y sirviendo como excusa para generar injusticias.

El mundo nos duele porque en sus diversas latitudes las personas están viendo peligrar su integridad física y también sus propios derechos fundamentales. Además, muchas de estas personas son nuestras propias colegas en el movimiento internacional, son nuestras amigas y hasta nuestras familiares. Así que hoy aquejan dos dolores a nuestra sección: el de la injusticia y el de las pérdidas personales.

Frente a este desosiego encuentro consuelo en Hermann Hesse, que en su obra “Narciso y Goldmundo” dedica generosas letras a describir la peste; mismas que parafraseo a continuación:

Todo era incomprensible y en verdad triste, aunque, a la vez, era también hermoso. Nada se sabía. Uno vivía y corría por la tierra desolada o cabalgaba por los bosques vacíos de vida y muchas cosas le miraban solicitándolo, y despertándole anhelos. Advertí que de este carnaval y esta danza de la muerte siempre queda y pervive algo, a saber, las obras del amor. También ellas desaparecen alguna vez, se deterioran o las destrozan. Pero siempre sobreviven a varias vidas humanas y forman, más allá del momento actual, un reino sereno de imágenes y cosas santas. Y el colaborar en eso se me antoja bueno y consolador porque es casi perpetuar lo transitorio.

Hoy, bajo el cobijo del miedo los tiranos impulsan su agenda. Los discursos del odio y la xenofobia están aprovechando la epidemia para sembrar la discordia. Los cierres de fronteras, los toques de queda y el estado de alarma puede ser racionalizado durante la emergencia, pero no por ello dejan de tener consecuencias nefastas para miles de personas que ven ahogados sus días en incertidumbre. Por eso, ahora más que nunca, el trabajo de Amnistía Internacional y otras organizaciones hermanas es fundamental. El mundo va a cambiar después del COVID-19, nos corresponde asegurarnos que lo haga en la dirección correcta.

Citando a Lulú Barrera, integrante del Comité Directivo que nos acompañó en esta sesión: “Estar en resguardo, no es lo mismo que estar aislados”. Somos más de 7 millones. Somos más que los tiranos del mundo y uniendo nuestros corazones, talentos y voluntades, nuevos y viejos activistas trabajando juntos, podemos perpetuar lo transitorio.

Con todo y cuarentena, ¡el activismo debe seguir!