Mañana tendrá lugar la Asamblea Nacional de Asociados (ANA) de la Asociación de Scouts de México A.C. (ASMAC). Un evento de importancia formal para el desarrollo del escultismo en el país, pero que casi siempre pasa desapercibido por la membrecía (sí: membrecía). Por supuesto, hay algunos años en los que el calor de los procesos políticos logra atraer los reflectores propiciando muy afortunados y necesarios debates públicos. Sin embargo, esta ocasión el horizonte se antoja más bien gris. Todo indica que tendremos una Asamblea completamente descafeinada en la que las y los asociados sólo asistirán a cumplir con los acartonados protocolos de rutina: aprobarán sin cuestionar todos los informes y votarán a favor de la reelección de los cargos sujetos a votación.

En más de un sentido, la Asamblea próxima representa un regreso al pasado autoritario propio de los años 70’s. Lo cual, de hecho, es un resultado lógico si se considera el tipo de sociedad en la que se desarrollaron los actuales liderazgos de la ASMAC.

 

El ascenso del caudillo

En diciembre tuve la oportunidad de entrevistarme con Pedro Díaz Maya, entonces recién nombrado Jefe Scout Nacional Ejecutivo. Aunque esa tarde en la oficina de Córdoba me encontré a un hombre con ideas prometedoras y una franca disposición al debate. No obstante, fue imposible evitar cierta pena por él: apenas habían transcurrido unos días de su gestión y su energía ya era opacada por la sombra de Francisco Macías, actual Presidente Scout Nacional.

Es difícil saber qué piensa Pedro de la destitución de su antecesor, pero a muchas personas nos llama la atención la continua presión que José Luis Cárdenas recibió por parte de Macías para volverse “ejecutivo” (un eufemismo para decir: “empleado del Consejo Nacional”). En especial, por la evidente cercanía de Francisco con Arturo León y Vélez de quien recibió el máximo nombramiento del liderazgo scout tan sólo dos meses después de la ANA 2017.

De larga presencia en cargos nacionales, Macías llegó como favorito a las elecciones de la Asamblea pasada, quizá debido a su elogiable currículum y basta experienica de vida. Sin embargo, desde el primer día se dedicó a alimentar su protagonismo. Al punto de establecer una cultura cortesana que ahora gira en torno suyo. Todo ello en perjuicio de la pluralidad de ideas y de la libre operación de la oficina nacional scout en donde el Consejo (es decir, su presidente) ha metido las manos como nunca antes.

Al igual que en muchos centros de trabajo, el clima laboral de la Oficina Nacional siempre ha sido difícil. Cada año me llegan quejas de empleados que se sinceraron con amigos, y amigos que compartieron el “secreto” a otros amigos, mis amigos. Evidentemente, no es nada nuevo bajo el sol de las dinámicas oficinistas, pero este año el bisbiseo es inaudito; como nunca antes me llegan noticias desde la colonia Roma. El constante menoscabo de la autoridad del Jefe Scout por parte de la presidencia tiene consecuencias; su continuo entrometimiento de la parte operativa y su poca empatía están generando muchas molestias.

Por ejemplo, cuatro personas de diferentes provincias me han confirmado un triste episodio en el cual se exigió al personal de Nacional presentarse a “laborar” en las horas inmediatas al sismo de septiembre pasado sin haber evaluado previamente las condiciones de la oficina y de la zona circunvecina. Según el secreto a voces, no se manifestó el menor interés por la situación personal y familiar de los trabajadores, llegando incluso a reprimir a una empleada de larga trayectoria por no contestar el teléfono para recibir instrucciones, retrasando con ello la oportunidad del representante legal de la ASMAC para brillar en reflectores.

En ese sentido, tampoco es ningún secreto la premura con la que, de un día para otro, se limpió, re-ordenó y acondicionó la bodega de acopio que la oficina instaló para ayudar a la población damnificada por los sismos. Durante días las y los voluntarios habían trabajado prácticamente con sus propios medios y de forma más o menos improvisada, pero unas horas antes del arribo del Secretario General de la Organización Mundial del Movimiento Scout y de la alta plantilla nacional se imprimieron letreros a color, se fabricaron cintas aislantes con la leyenda “scouts” y se repartieron chalecos reflectantes con el objetivo de garantizar la pulcritud de las fotografías. Esa fue la primera y última visita que Macías hizo al lugar. Ese par de paquetes de papel higiénico fueron los únicos víveres que cargó en las líneas de suministro.

Al final, el único compromiso manifestado con la organización fue la puesta en escena. Misma que se repitió en un inútil recorrido por una zona de derrumbe en la delegación Álvaro Obregón.

Visto en perspectiva, mucho me temo que equivoqué el título del artículo en el que hablé de la ANA 2017 y sólo me queda reconocer la acertada arrogancia del Consejero Nacional Antonio Pozzi para nombrarse a sí mismo: “su excelencia”. En efecto, 2017 fue una edición histórica: marcó la eliminación de los pocos progresos democráticos que se habían ido conquistando en la organización.

Sufragio efectivo ¿no reelección?

El Consejo Nacional es un órgano colegiado que cumple de la función de representar jurídicamente a la organización y de velar por el cumplimiento de su objeto social mediante la supervisión de las actividades realizadas por la Oficina Nacional. Su integración se realiza de manera escalonada, eligiendo cada año a una tercera parte de sus integrantes mediante votación en la Asamblea Nacional de Asociados.

Se supone que como órgano colegiado, la participación de sus integrantes se desarrolla en condiciones de igualdad y en beneficio de la pluralidad y el contrapeso de ideas. No obstante, cada año la integración del Consejo me parece cada vez menos relevante porque en él se premia la lealtad por sobre la iniciativa individual. De hecho, el 27 de junio de 2017, una inserción en el periódico El Sol de México fue promisoria del estilo actual de llevar la “gobernanza” el gobierno de la Asociación.

En la inserción publicada en la sección de noticias nacionales se disminuye a las y los integrantes del Consejo a meros “asistentes” de Francisco. Si se tratase de una nota ordinaria podría asumirse un error del periodista y del editor, pero cuando se trata de espacios publicitarios o de donaciones, lo habitual es que el periódico se limite a reproducir lo que le envían los contratistas (en este caso los beneficiarios). ¿Quién escribió la nota y porque decidió usar ese pie de foto? ¿Algún consejero pidió aclaraciones al respecto?

Aún peor, es tal el espíritu porfirista imperante en nuestras filas que cuatro Consejeros están buscando la reelección: Alan García Pontones, Minerva Hernández Vargas, Osvaldo Rodríguez Hernández y Víctor Acuña Casillas. Por supuesto, cada uno podrá argumentar a su favor que desean continuar el “trabajo realizado” ¿Pero acaso sus tareas son tan especializadas que nadie más podría hacerlas? ¿por qué apuestan por la prolongación de sus actuales dinámicas por sobre el impulso de nuevos talentos e ideas?

En una organización integrada por una gran mayoría de jóvenes y con una distribución equitativa por género tenemos un Consejo Nacional compuesto de 74% de varones y de ningún menor de 25 años. ¿Qué sentido hay en que las cosas sigan igual? ¿Si esto es un movimiento, en cuál momento vamos a permitir algo de evolución en el status quo?

 

Desfile de antifaces

Finalmente, queda redondear las aciagas ideas que hoy me ocupan refiriendo el efecto farandulesco que ocasionó la reciente visita de Carlos Gustavo Folke, Presidente de la Fundación Mundial Scout.

Más allá del animoso deseo de muchas personas por obtener una selfie con el visitante sueco por el simple hecho de ser también titular de la corona escandinava. Es destacable el vanidoso alardeo que algunos personajes hicieron en redes sociales de su ingreso a las filas de la BP Fellowship.

La BP Fellowship es un fondo radicado en Suiza que tiene por objetivo favorecer la expansión y crecimiento del Movimiento Scout en todo el mundo. Sus recursos provienen de los donativos que realizan sus integrantes, quienes comprenden un club muy exclusivo y elitista que en el caso mexicano contiene nombres como los de Ricardo Salinas Pliego y Miguel Alemán Velasco.

Por supuesto, cada quien es libre de perseguir unos pocos rayos de brillo ajeno con los cuales beneficiarse, así como de gastar su dinero de la forma que mejor le parezca, pero es cuestionable que simulen en redes sociales (¡y hasta en periódicos locales!) la compra de una membrecía como si fuese una condecoración o un reconocimiento.

Contrario a los elogios que aceptaron gustosas algunas personas por pagar cuantiosas sumas de dinero. Para ser parte del BP Fellowship no hacen falta talentos especiales ni trayectorias ejemplares, sino sólo una billetera abultada o una buena línea de crédito dado que el monto del donativo inicia en los diez mil dólares.

Insisto: cada quien es libre de usar su dinero como prefiera, pero estoy convencido de que hay una contradicción ética entre los ideales del movimiento y el establecimiento de círculos de exclusión disfrazados de “buenas acciones”.

 

Es cuestión de amor propio

Concluyo justificandome ante los lectores que llegaron aquí esperando mi acostumbrado análisis anual. En esta ocasión no hay tal porque lo que ahora hace falta en el Escultismo mexicano es la lectura urgente de Étienne de La Boétie y su atemporal Discurso sobre la servidumbre voluntaria.

 

Actualización 21/abr/2018 20:50 hrs: Con desasosiego confirmo el cumplimiento del análisis realizado líneas arriba. Ya sea por pusilánime complicidad, mediocridad o temor, las y los Asociados de esta generación ratificaron la inmovilidad de nuestro movimiento. No hubo una sola participación interesante, un sólo cuestionamiento llamativo y en las votaciones ratificaron la reelección de las cuatro consejerías.

 

Las ideas manifestadas no reflejan o coinciden necesariamente con la opinión de la Asociación de Scouts de México A.C., sus provincias, grupos o secciones

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