No son pocos los que consideran que todo el proceso electoral es un gran teatro. Supongo que se debe al fantasma del 88 que se niega a morir. Si bien la “caída del sistema” es un hito histórico que debemos tener presente para evitar que algo similar jamás vuelva a pasar, ya es tiempo de digerir el pasado para librarnos de los traumas irresueltos que aún nos impiden construir el futuro.

La realidad es que el proceso electoral mexicano es particularmente seguro, sus candados y controles son tantos que hasta resultan fastidiosos. Trabajar en el IFE, en particular durante elecciones, es complicado y cansado. Complicado por la gran cantidad de disposiciones legales que hay que seguir a pies juntillas, y cansado por la constante e interminable presión de la ciudadanía y, sobre todo, de los partidos políticos: todo el tiempo está presente la paranoia del fraude, todo el tiempo se está siendo vigilado y auditado.

Sería una tarea muy tortuosa listar todos los candados, medidas de seguridad y protocolos empleados, así que nombraré algunos para ejemplificar lo que digo:

  1. A diferencia de otros países, en México contamos con credenciales para votar CON FOTOGRAFÍA A COLOR y con variados candados antifalsificación.
  2. Además, la credencial de elector tiene el respaldo de un padrón electoral nacional constantemente revisado y verificado, que impide que un ciudadano pueda tener dos credenciales vigentes. Se verifican incluso los cambios de domicilio sospechosos, este año en mi distrito a los CAEs y Supervisores nos tocó ir a visitar ciudadanos que habían recientemente cambiado su domicilio para verificar que en efecto viven donde dicen vivir.
  3. Con la excepción de las casillas especiales, el ciudadano sólo puede votar en su sección, en donde los funcionarios de casilla son sus vecinos, por lo que se pueden reconocer fácilmente.
  4. Para votar es necesario satisfacer tres reglas: pulgar limpio, credencial vigente sin marcar y aparecer en el listado de electores sin la marca “VOTO 2012”.
  5. La selección de los funcionarios de casilla se realiza mediante sorteo, así que es imposible nombrar a funcionarios militantes de algún partido político en específico.
  6. La selección de los CAEs, Supervisores, Técnicos y demás personal, se somete a revisión y aprobación de todos los partidos políticos.
  7. Los ciudadanos se pueden registrar como Observadores Electorales y estar presentes en todas, TODAS las etapas del proceso electoral, no sólo durante la votación.
  8. Todo el material electoral “sensible” (boletas, listados, etc.) tiene medidas de seguridad antifalsificación, y desde su producción hasta su uso final es custodiado por el ejército nacional.
  9. Existen dos mecanismos que informan sobre la tendencia de la votación en tiempo real: el PREP y el Conteo Rápido.
  10. El conteo en casilla no es el definitivo, siempre se realiza un conteo (parcial o total) en la junta distrital.
  11. Durante TODO el proceso están presentes los partidos políticos.

Y aún cuando estas medidas y las muchas otras que faltan por nombrar no sean suficientes para convencer a los escépticos conspiroparanoícos, existen por lo menos tres razonamientos lógicos que  nos demuestran la imposibilidad del fraude: “Un secreto a voces no es secreto”, “Los funcionarios también son humanos” y “La lucha por el poder es real”.

Un secreto a voces no es un secreto

En un proceso electoral participa una enorme cantidad de personas. Si sumamos vocales, consejeros, técnicos electorales, capacitadores, supervisores y funcionarios de casilla, obtenemos un cifra cercana a los 2 millones de personas, y aún falta sumar los representantes de partidos políticos, observadores, el personal administrativo y el especializado (ingenieros, matemáticos, etc.). ¿Puede alguien explicarme cómo es que de entre toda es universo a nadie se le ha “ido la lengua” y ha explicado cómo fue operado el supuesto fraude?

En el esquema de 1988 esto era fácil, bastaba con manipular la sala de sistemas, pero en el actual esquema cuando se termina el conteo en casilla (realizado por ciudadanos en parecencia de representantes de partidos) se llenan suficientes copias del Acta de Cómputo y Escrutinio para que cada partido tenga una copia (en el cómputo distrital se sigue similar procedimiento). Es tanta la información que tiene cada partido en tiempo real que fácilmente podrían crear en sus sitios web un PREP alternativo al del IFE, por lo que  una “caída del sistema” no sirve para hacer fraude.

Los funcionarios del IFE también son humanos

Cada tres años el IFE se ve obligado a contratar mucho personal para lograr cumplir su misión de organizar las elecciones. Para este proceso se contrataron a 34,309 capacitadores y supervisores, aproximadamente a 1,200 técnicos electorales y una cifra similar de capturistas.

Para conseguir todo este personal se emiten convocatorias abiertas en las que cualquier ciudadano que no milite en algún partido político puede participar.

El proceso de contratación siempre incluye cuando menos un examen de conocimientos y una entrevista frente dos entrevistadores, y también esto es vigilado por los partidos políticos. La contratación  tiene reglas muy claras e indicadores precisos, incluso se tienen listados de las preguntas que se deben hacer durante las entrevistas. No hay forma de “filtrar” a solo “ciertas” personas que convengan o no a un partido en específico.

Y aún más importante, como dije antes, todo este personal es temporal. Desde el principio de la relación laboral se advierte que terminado el proceso el IFE no tendrá ninguna obligación para con ellos y por consecuencia  los trabajadores no tienen compromiso más allá de su contrato ni con la Institución ni mucho menos con sus directivos y/o jefes. Insisto, ¿cómo si hubo fraude a nadie se le ha ido la lengua?

Recuerdo que al principio de los cursos de capacitación les pregunté a los CAEs a mi cargo si ellos creían que había habido fraude en 2006. Como es de esperarse algunos dijeron que sí y otros que no, cada uno de ellos con sus argumentos. Al finalizar el proceso les pregunté si creían que en 2012 hubo fraude, y ninguno de ellos lo cree; ahora que han participado directamente en una elección saben que es imposible hacerlo.

También recuerdo que al saberse los resultados del Conteo Rápido, y ver que la tendencia del PREP era muy favorable al candidato del PRI, hubo muchos funcionarios que mostraron su tristeza ante los resultados, claro, también hubo quien celebró. Y es que los funcionarios del IFE son humanos y por tanto tienen diferencias en sus preferencias electorales por lo que, nuevamente, resulta imposible “comprar” a la Institución.

Entre todos los participantes nos equilibramos y nos vigilamos porque a todos nos interesa que la elección sea limpia.

La lucha por el poder es real

Finalmente, queda decir que la lucha por el poder político es real. Por muchas similitudes que tengan algunos partidos políticos no implica que quieran ceder el poder. Para ejemplo basta pensar en la Reforma Laboral propuesta por Calderón y las declaraciones hechas al respecto por Peña Nieto, en general dicen exactamente lo mismo una y otra, pero el PRI frenó la iniciativa panista para evitar que se llevaran las palmas los del gremio contrario. La lucha por el poder es real.

Antes de que fueran las elecciones me preguntaban amigos y conocidos: “Tu que eres politólogo, ¿quién va a ganar?”, y lo decían como si ya se supiera. En los tiempos del Priato era así, pero en el esquema actual la lucha es real. No hay nadie definido, no existe un círculo de “superpoderosos” que determine quién va a ser el ganador. Sin duda existen círculos de poderosos que hacen todo lo posible para que un candidato u otro resulten vencedores, pero ninguno de estos círculos tiene la última palabra.

Así, en el sentido electoral la lucha por el poder es real. Pero también en un sentido más amplio la lucha es REAL. En términos de puro y llano enfrentamiento político, la lucha es real, y en esa realidad puede ser muy dura y muy áspera.

En 1988 Cárdenas no tuvo la capacidad política de frenar el fraude. En 2006 Obrador no tuvo la capacidad política de contrarrestar la guerra sucia. Y ahora, en 2012, Obrador nuevamente no tuvo la capacidad política, la capacidad real, más allá del discurso de minar la candidatura construida por un segmento de las clases altas mexicanas.

La lucha por el poder es real en las casillas, pero aún más en las calles.

Dos ejemplos bastarán para demostrar lo dicho:

  1. En Morelos los votantes fueron bombardeados por una basta y amplia cantidad de artículos provenientes de todos los partidos. Graco, el ganador de la gubernatura, dispuso de suficiente variedad de productos como para abrir un supermercado: desde paraguas hasta abanicos, pasando por lápices, celulares, pulseras, peines, espejos, calculadoras científicas, etc. ¿Existe acaso algún partido con calidad moral para hablar de compra de votos?
  2. Tan real es la incapacidad de AMLO para posicionar su candidatura que en la Ciudad de México, su bastión por excelencia, sólo obtuvo uno de cada dos votos (50%), mientras que Mancera consiguió el 60% de la votación, es decir, hubo quien voto por el PRD para Jefe de Gobierno pero no para la Presidencia… La lucha por el poder es real.