Durante la RoboCup 2009, una buena amiga mía me presentó una canción del grupo alemán Wir Sind Helden que a ella le gusta mucho, y que finalmente a mi también terminó gustándome.

Semanas después, ya de regreso a México, revisé mi memoria USB y al ver la canción decidí escuchar toda la discografía de la banda alemana. Algunas de sus canciones también me gustaron, así que compré poco menos de diez canciones en  iTunes.

Luego de algunas semanas, viajando en auto un amigo escuchó mi breve repertorio de Wir Sind Helden y le encantó. De hecho, él sí compró toda la discografía, evidentemente lo hizo desde iTunes porque en el país es simplemente imposible encontrar los discos.

Ahora, ante los constantes ataques a la libertad de Internet por parte de los grandes monopolios del copyright, no puedo evitar preguntarme qué hubiera pasado si mi amiga, por temor a las represalias legales (regularmente exageradas), no compartiera su archivo mp3.

Estoy seguro que yo no habría descargado más material, que mi amigo no le habría conocido y por tanto tampoco habría comprado nada. Quieran o no, esa copia que en nada afectó al grupo le terminó beneficiando, y probablemente le seguirá beneficiando, tanto mi amigo como yo cada vez que escuchamos las pistas de Wir Sind Helden frente a otras personas  le hacemos publicidad.

Sin embargo, las grandes empresas, aferradas al pasado caduco, no parecen comprender las nuevas condiciones del juego (cultura_libre) y destinan ingentes esfuerzos económicos, legales y políticos para socavar la nueva realidad que Internet ha impuesto, en lugar de adaptarse a la modernidad.

Hasta ahora los únicos que hacíamos frente a las grandes corporaciones eramos ciudadanos de pie, que no contamos con las grandes cantidades de dinero para abogados ni con la capacidad de “cabildear” a los legisladores del mundo. Hasta ahora lo único que teníamos por armas eran el voto y la resistencia, pero desde hace algunos días esta situación ha empezado a cambiar…

Desde el anuncio del nuevo Megaupload tenía la duda, no es que le diera muchas vueltas al asunto, pero está claro que mi subconsciente seguía trabajando en la cuestión y por fin esta noche tuve la esperada epifanía: ¡Kim Dotcom es Batman!

No, no se burle aún, piénselo un poco. ¿Si batman fuera real cómo sería? Definitivamente no igual a cómo lo pintan en las películas ¿o sí?

Es de conocimiento público que la motivación del superheroe de DC es la venganza por la muerte de sus padres, bueno, Dotcom está ansioso de hacer justicia por la muerte de su “hijo” (Mega) y por el proceso jurídico, rayando en lo ilegal, al que fue sometido.

 Por otro lado, tanto Kim como Bruce son millonarios, y desde sus lujosas mansiones y frente a un computador planean la estrategia de combate. Y también ambos son bastante excéntricos, uno con su batimovil, el otro con jirafas en su jardín. ¿No son demasiadas coincidencias? No cabe duda, si Bruce Wein fuese real sería muy similar a Kim Dotcom.

 El nuevo Mega

Según recientes anuncios del creador de Mega, la nueva site de descargas estará blindada contra cierres, y para lograrlo hará uso de todos los recovecos legales posibles.

Primero, cifrará todos los archivos antes de ser subidos, de esa forma la empresa no sabe qué archivos son y por tanto no puede ser responsable de ellos. Luego, los servidores estarán desconcentrados en todo el mundo, por lo que una sola orden judicial no bastará para tirar toda la página. Finalmente, y aquí el quebradero de cabeza para los trolls del copyright, aunque se aceptarán peticiones de protección a los derechos de autor, no se aplicará ningún método de detección de archivos duplicados, por lo que el propietario de los derechos deberá hacer una petición por cada copia del archivo que exista en los servidores.

 En resumen, el nuevo mega pone en jaque a las grandes compañías; algo que ni el mismísimo Stallman ha logrado hacer durante años de lucha.

Sin embargo, no nos apresuremos a aplaudir al nuevo héroe popular (ya hasta se ofreció a dar Internet gratis a sus compatriotas), porque esta nueva ofensiva es tan directa que podría conducirnos a una escalada de violencia con consecuencias imprevisibles.

Cuando uno declara la guerra, debe estar consciente que existe la posibilidad de perder.