El revuelo que 50 Shades Of Grey causa entre población adulta no-virgen me resulta interesante.

Dado que ni el libro ni la cinta aportan nada nuevo al universo literario y cinematográfico enfocado en el placer carnal y que, de hecho, esta obra se queda muy corta comparada a otras similares, me parece que la alta expectativa que la historia ha generado responde no tanto a su campaña publicitaria sino a la pobre educación sexual que recibimos y a los muchos prejuicios y tabúes que actualmente frustran el pleno ejercicio y disfrute de nuestra sexualidad.

El hecho de que la autora justifique las prácticas sexuales de su protagonista es evidencia de lo que afirmo. En lugar de simplemente aceptar a su personaje, E.L. James o su editor erróneamente consideraron que debían explicar (desde el mismo título de la obra) la actividad carnal de Grey esgrimiendo la falaz idea de que son los traumas provenientes de su “oscura infancia” y no el simple gusto propio lo que lleva al millonario a actuar tal cómo lo hace. Me parece que se trata de un claro prejuicio que considera al BDSM y otras prácticas sexuales periféricas o poco practicadas una patología. Una clinitización del placer que nos remonta a un paso del afán persecutorio propio de la época victoriana.

La libertad individual es el valor fundacional y la característica definitoria de nuestra moderna civilización occidental y pese a ello permanentemente se encuentra en peligro. Paradójicamente, la mayor amenaza a nuestra libertad no proviene de otras latitudes ideológicas (como sucedió en el reciente ataque a Charle Ebdo) sino del interior de nuestras propias fronteras psicológicas.

Son los miedos heredados de nuestros abuelos y bisabuelos los que nos llevan, consiente o inconscientemente, a desbaratar nuestra personalidad en el nombre de una supuesta moralidad que se esfuerza por reglamentar y ordenar cada momento de la vida, incluida nuestra intimidad. Un esfuerzo punitivo que equivocadamente pretende reducir la incertidumbre mediante la implantación de patrones de conducta predecibles y socialmente verificables, pero que no dejan margen de acción ni de decisión al sujeto que sufre tal imposición.

Lo cierto es que sólo en la medida que reconozcamos que las actividades entre particulares, siempre que no afecten a la colectividad, corresponden exclusivamente a los involucrados, y que el individuo, dentro de los márgenes del bienestar común es libre de hacer de su vida y de su cuerpo lo que considere pertinente, podremos garantizar la subsistencia de nuestro modelo cultural libertario; de la civilización misma.

Es mediante el reconocimiento irrestricto de la soberanía personal de nuestros cuerpos y actos que lograremos construir una sociedad de oportunidades en la que cada quién defina para si lo que considere felicidad.

Finalmente, hago votos para que 50 sombras de Grey no se quede en el fatuo propósito de alimentar el morbo de las masas impresionables, sino que sirva de plataforma inicial desde la cual los amantes poco experimentados (en calidad antes que en cantidad), en común acuerdo (no como pasa con Anastasia) se animen a explorarse con la intención de revelar las particulares formas de su placer; independientemente de que éstas consistan en el clásico misionero o en algo más (porque precisamente la libertad se trata de elección individual).

Actualización Jul 29, 2015: Un vídeo inunda la redes sociales. Se trata de una pareja de estudiantes mexicanos que practican sexo oral en los jardines de una universidad sin, aparentemente, saber que están siendo filmados. No se trata de ninguna novedad ni en la historia de la humanidad ni menos aún en la historia de la vida universitaria pero aún así, la grabación ha suscitado una sobrereacción que refuerza mi tesis: Hace falta aprender y educar sexualidad.